Entre 1993 y 1995 se produjeron unos violentos ataques por parte de una extraña fiera depredadora en la cuenca tulorense del Jiloca. Localidades como Pozondón, Rodenas, Santa Eulalia, y especialmente Almohaja sufrieron sus efectos.
Algunos años después saltaría al mundo desde Centroamérica la noticia de los ataques del Chupa-cabras: Un supuesto animal desconocido para los zoólogos que atacaba en plena noche y en silencio, dejando en el cuello de sus víctimas dos orificios perfectos profundos y vacíos de sangre.
Al contrario que en Centroamérica, los habitantes de los mencionados pueblos no observaron ninguna extraña criatura, pero los ataques del misterioso depredador eran prácticamente idénticos a los que años después se produjeron en América.
Héctor Ortiz, veterinario de Santa Eulalia, acudió en diferentes ocasiones afirmar un peritaje a los ganaderos para las compañías de seguro. Su conclusión era que “las reses murieron como consecuencia del ataque de un animal desconocido”
Demetrio fue uno de los pastores que sufrió los ataques. Había dejado su rebaño una noche de agosto de 1993 en el paraje de la Virgen Vieja, muy cerca de Almohaja. Cuando llegó a la mañana siguiente vio un pequeño reguero de sangre procedente de dos de sus reses que yacían muertas…. “tenían dos agujeros en el pezcuezo, finos pero muy profundos, con muy poca sangre. Una de las ovejas tenía en la pierna de atrás a la altura de los traseros un agujero redondo, como un puño pero perfecto… vamos, que con una navaja no hubiera hecho mejor el corte”
El ganadero Victoriano Blanco me aseguró que el animal se adentraba en el rebaño sin que el pastor se percatara. Algo que me confirmó Francisco López un pastor que durmió en medio de su rebaño una noche en que las fieras atacó. No escucho ningún alboroto ni quejidos de animales, pero al despertarse descubrió que seis de sus ovejas habían sido degolladas, mostrando dos orificios en el cuello. En una ocasión llegó ver un misterioso canido que no era ni un perro, ni un lobo; era un bicho”
Emiliana Baselga tuvo que vender sus reses por los continuos ataques que sufría y Máximo Conejos afirmaba que la fiera succionaba la sangre de sus víctimas.
El cronistas de Heraldo en Teruel Luis Rajadel, recogió testimonios que apuntaban a un enorme canido sin demostrar que fuera el responsable de las mutilaciones, a pesar de las extrañas características de dicha criatura que el mismo reportero definió como “una especie de hibrido más propio del cine fantástico que la naturaleza”
Pocos meses después cesaron los ataques sin antes atreverse con un corral de la Guardia Civil en Santa Eulalia. Su paso dejo media docena de gallinas con la cabeza cortada… el resto del cuerpo quedo intacto. Las cabezas nunca fueron hallados.
Ángel Briongos Martínez
Investigador
Algunos años después saltaría al mundo desde Centroamérica la noticia de los ataques del Chupa-cabras: Un supuesto animal desconocido para los zoólogos que atacaba en plena noche y en silencio, dejando en el cuello de sus víctimas dos orificios perfectos profundos y vacíos de sangre.
Al contrario que en Centroamérica, los habitantes de los mencionados pueblos no observaron ninguna extraña criatura, pero los ataques del misterioso depredador eran prácticamente idénticos a los que años después se produjeron en América.
Héctor Ortiz, veterinario de Santa Eulalia, acudió en diferentes ocasiones afirmar un peritaje a los ganaderos para las compañías de seguro. Su conclusión era que “las reses murieron como consecuencia del ataque de un animal desconocido”
Demetrio fue uno de los pastores que sufrió los ataques. Había dejado su rebaño una noche de agosto de 1993 en el paraje de la Virgen Vieja, muy cerca de Almohaja. Cuando llegó a la mañana siguiente vio un pequeño reguero de sangre procedente de dos de sus reses que yacían muertas…. “tenían dos agujeros en el pezcuezo, finos pero muy profundos, con muy poca sangre. Una de las ovejas tenía en la pierna de atrás a la altura de los traseros un agujero redondo, como un puño pero perfecto… vamos, que con una navaja no hubiera hecho mejor el corte”
El ganadero Victoriano Blanco me aseguró que el animal se adentraba en el rebaño sin que el pastor se percatara. Algo que me confirmó Francisco López un pastor que durmió en medio de su rebaño una noche en que las fieras atacó. No escucho ningún alboroto ni quejidos de animales, pero al despertarse descubrió que seis de sus ovejas habían sido degolladas, mostrando dos orificios en el cuello. En una ocasión llegó ver un misterioso canido que no era ni un perro, ni un lobo; era un bicho”
Emiliana Baselga tuvo que vender sus reses por los continuos ataques que sufría y Máximo Conejos afirmaba que la fiera succionaba la sangre de sus víctimas.
El cronistas de Heraldo en Teruel Luis Rajadel, recogió testimonios que apuntaban a un enorme canido sin demostrar que fuera el responsable de las mutilaciones, a pesar de las extrañas características de dicha criatura que el mismo reportero definió como “una especie de hibrido más propio del cine fantástico que la naturaleza”
Pocos meses después cesaron los ataques sin antes atreverse con un corral de la Guardia Civil en Santa Eulalia. Su paso dejo media docena de gallinas con la cabeza cortada… el resto del cuerpo quedo intacto. Las cabezas nunca fueron hallados.
Ángel Briongos Martínez
Investigador
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