sábado, 13 de agosto de 2011

UNA LEYENDA CLÁSICA

JACK, EL SALTARIN
Casi cincuenta años antes de que Jack el Destripador aterrorizara a sus habitantes, otro Jack sembró el pánico en las calles del Londres decimonónico. Hablamos de Jack el Saltarín, un siniestro personaje de gran estatura y delgado cuerpo, con una prominente nariz, orejas puntiagudas y unos dedos extremadamente huesudos según los testigos, quienes también describieron sus extraños ropajes: un casco metálico y una oscura armadura cubierta por una enorme capa que, sin embargo, no llegaba a ocultar una especie de lámpara que portaba a la altura del pecho Springhell Jack, como le llamaban los asustados habitantes de la época, apareció por primera vez de manera oficial en 1837, cuando atacó a la hija de un granjero de Kent, tras lo cual huyó dando grandes saltos que le permitieron desaparecer antes de que nadie pudiera acudir a socorrer a la pobre muchacha.
Pero sus sobrehumanas capacidades no quedaban limitadas a los grandes saltos que le convirtieron en una leyenda, al parecer el misterioso personaje también contaba con la facultad de lanzar bocanadas de fuego por la boca y de cegar a sus víctimas con unos fogonazos emitidos con la luz que portaba en el pecho. De hecho, cuando las numerosas denuncias convencieron a la policía de que el problema era real, varios policías que le atacaron fueron repelidos por las citadas bocanadas, de las que destacaron un intenso olor a ozono.
Pero, de entre las numerosas historias que se conservan sobre Jack el Saltarín, nos gustaría destacar una que le retrata más como un pervertido que como un asesino, y es que, en cierta ocasión, llegó a introducirse en la casa de otra pobre muchacha gracias a una pícara estratagema. Oculto en la penumbra, llamó a la puerta y se hizo pasar por un oficial de policía que decía haber capturado al Saltarín Cuando la chica abrió inocentemente la puerta, Jack saltó sobre ella y le desgarró el vestido para, a continuación, comenzar a acariciar su cuerpo desnudo. Por suerte para la joven, un familiar tuvo tiempo de acudir al rescate pero, una vez más, nuestro excitado amigo pudo escapar incólume. No obstante, con las prisas y, suponemos, el calentón, perdió su capa, que, sin embargo, fue recogida por una veloz sombra antes de que la aterrada víctima pudiera hacerse con ella.
Con el tiempo, el área de acción de Springhell Jack aumentó hasta convertir al país entero en su particular campo de juegos, sin que la policía pudiera hacer nada por evitarlo, hasta que finalmente desapareció en 1904, siendo visto por última vez en Liverpool. Cómo su tocayo el Destripador, aún hoy nadie sabe quién o que se escondía tras la máscara de Jack el Saltarín, pero sus llameantes ojos rojos aún atemorizan a buena parte de los británicos







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