MONOS TAMBIÉN TIENEN CRISIS DE LA MADUREZ
Por Malcolm Ritter
Nueva York (AP)
Suena como una broma, pero hay pruebas de que
chimpancés y otros grandes simios también sufren crisis de la mediana edad,
según un estudio publicado el lunes en una revista científica que puede arrojar
luz sobre la vida emocional de los seres humanos.
¿Cuáles son estas pruebas? No pueden comprar
un Ferrari rojo, pero ¿es posible que les entren deseos por cambiar a sus
parejas por un espécimen más joven?
“Creo que ningún mono ha comprado un coche
deportivo”, dijo Andrew Oswald, uno de los autores del estudio. Sin embargo,
los investigadores dicen haber registrado que los chimpancés y orangutanes
cautivos presentan el mismo tipo de depresión que acompaña la crisis de la
madurez que han hallado algunos estudios en las personas.
Ello hace pensar que la tendencia de las
personas de sentirse descontentas por ingresar a sus cuarentas y cincuentas
puede haberse transmitido a través de la evolución, en lugar de ser sólo el
resultado de los problemas de la vida moderna, agregó Oswald, profesor de
Economía en la Universidad de Warwick en Inglaterra y quien presentó su trabajo
el lunes para la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Un segundo estudio en la misma revista analizó
a un grupo de personas jóvenes y sostiene que la felicidad en la juventud puede
llevar a mayores ingresos en los años siguientes. Pero antes de continuar,
regresemos a los simios.
Varios estudios han concluido que la felicidad
entre los humanos tiende a seguir cierto patrón entre los 20 y 70 años de edad:
Comienza alta y disminuye en los últimos años hasta llegar a un punto bajo en
los cuarentas, antes de repuntar y alcanzar un nuevo pico en los setentas.
Algunos investigadores ponen en duda que esa tendencia sea real, pero para
Oswald el misterio es lo que la causa. “Esta es una de las grandes pautas de la
vida humana. Todos nos vamos a deslizar por esta ‘U’ para bien o para mal”, dijo
en alusión a la forma que tiene en una gráfica. “Entonces, ¿qué lo explica?”
Cuando se enteró de que otros científicos
habían estado midiendo los indicios de bienestar entre los simios “me pareció
que valía la pena presentir que la ‘U’ puede ser algo más general que entre los
humanos”, afirmó.
Oswald y los demás autores reunieron datos de
508 grandes primates de zoológicos y centros de investigación en Estados
Unidos, Australia, Canadá, Singapur y Japón. Los cuidadores y otros
observadores completaron un cuestionario de cuatro puntos para evaluar el
bienestar de los simios, como el grado en que cada animal se encontraba en un
estado de ánimo positivo o negativo, cuánto placer mostraba de situaciones
sociales y qué tan exitosos eran en el logro de metas. Incluso se le preguntó a
los evaluadores que describieran cuán felices serían si ellos fueran los
animales durante una semana.
Puede sonar poco científico, pero Oswald y sus
coautores dicen que la investigación sugiere que fue un enfoque válido, ya que encontraron
que del estudio emergió una gráfica familiar, una forma de U, aunque ajustada a
la vida de un simio, que es más corta que la de los humanos.
“Lo encontramos en estas criaturas, que no
tienen hipotecas que pagar, que no tienen que ir a trabajar, que no viven un
matrimonio ni todo lo demás”, dijo Oswald. “Es como si la forma de U estuviese
en lo más profundo de la biología de los seres humanos”, más que como resultado
de las experiencias humanas únicas, agregó.
Frans de Waal, una autoridad en el
comportamiento de los primates de la Universidad Emory, advirtió que puede
haber un “sesgo humano” en el estudio, pues se trató de gente juzgando la felicidad
de los simios.
Sin embargo, en un correo electrónico calificó
los resultados como “intuitivamente correctos” y dijo que la idea de la
influencia biológica sobre el patrón de comportamiento del ser humano es “una
posibilidad intrigante”.
Oswald es también autor de un segundo informe
publicado en la revista que sostiene haber hallado pruebas nuevas de que ser
feliz cuando una persona es joven puede ayudarle a ganar más dinero en el
futuro.
Investigaciones anteriores también habían
llegado a esa conclusión, pero Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de
California en Riverside, y el profesor de psicología de la Universidad de
Virginia Shige Oishi afirman que el nuevo trabajo presenta la mejor evidencia
hasta ahora.
Los investigadores se basaron en datos de una
muestra enorme de jóvenes estadounidenses que fueron entrevistados en varias
ocasiones. Se les pidió que calificaran sentimientos como la felicidad y la
esperanza a los 16 años y otra vez a los 18 años, así como su satisfacción con
la vida a los 22. Los investigadores compararon luego sus puntuaciones con sus
ingresos cuando tenían alrededor de los 29 años. Los datos se basan en casi
15.000 personas que participaron cuando tenían 16 años de edad, y en por lo
menos 11.000 en las últimas dos edades.
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