LAS HISTORIAS REALES DE NIÑOS SALVAJES
CRIADOS POR ANIMALES
En El libro de la Selva, una serie de
cuentos escritos por el premio nobel Rudyard Kipling, el protagonista
principal, Mowgly, es un niño que se pierde cuando sus padres huyen del ataque
de un tigre con malas intenciones llamado Shere Khan. Entonces, los lobos de la
jungla le adoptan y le protegen como si fuera un miembro más de la manada.
La historia de Mowgly nunca ocurrió pero sí
ha habido casos similares en el mundo. Uno de los más increíbles es la historia
de Natasha Mikhailova, el cual salió a la luz en el año 2009. Esta niña
siberiana, al poco de nacer fue rechazada por sus padres y sólo se la dejó
convivir con unos perros en una azotea. Durante dos años, sus progenitores ni
siquiera le hablaron ni dieron de comer nada especial. No tuvo contacto con
otros humanos ni con el mundo exterior. Fue tratada como un perro más. Lo que ocurrió
después fue que Natasha dejó de hablar y comenzó a ladrar, a beber con la
lengua y a caminar a cuatro patas. El cariño y conocimientos que sus padres le
negaron lo encontró en los perros. En la actualidad reside en un centro de
rehabilitación social.
Pero también tenemos un caso en España que
se convirtió en película y documental. Se trata de Marcos García, al que he
tenido el gusto de conocer y entrevistar personalmente. Su padre y madrastra,
quienes le maltrataban, le vendieron a un pastor de Sierra Morena con tan solo
unos pocos años de edad. Cuando el pastor murió, Marcos decidió quedarse en las
montañas. Un día que Marcos tenía mucho hambre y frío se metió en una lobera
donde había varias crías. Allí se quedó dormido hasta que aparecieron el gran
lobo y la gran loba que regresaban de cazar. Al principio, cuenta Marcos, le
gruñeron y él se echó las manos al cuello para protegerse de un posible ataque.
Pero en un instante todo cambió y los amenazantes gruñidos se convirtieron en
lametazos. Hasta le dieron comida con su propia boca. Desde ese mismo momento
se convirtió en un miembro más de la manada. Aprendió a cazar con ellos, a
hacer ruidos de animales para atraerlos y poder comer. Hasta se vistió con las
pieles de sus presas.
A finales de los años 50, otro niño fue
encontrado viviendo con gacelas en un desierto sirio. Con una musculatura
increíble, era capaz de alcanzar los 50 kilómetros por hora corriendo. Tuvo que
ser capturado por policías a bordo de un todo-terreno. Posteriormente, fue
institucionalizado durante un tiempo pero se escapó sin que nada se sepa hasta
el día de hoy. Se desconoce cómo llegó a vivir en ese desierto o dónde se
encuentra en el presente. La misma suerte corrió un adolescente encontrado en
un bosque ruso que vivía como un lobo en una manada. Sin capacidad de hablar y
muy agresivo, se escapó del hospital el mismo día que fue capturado. Aún hoy es
buscado por las afueras de Moscú.
Vania Yudin vivía con su madre en un
apartamento lleno de pájaros. Su madre se negó a tener cualquier tipo de
contacto con él. Ni siquiera se dignaba a hablarle. Como consecuencia, el niño
no podía pronunciar una sola palabra pero sí aprendió a hacer los sonidos de
los animales con los que convivía. Expresaba sus sentimientos agitando los
brazos, como lo hacen los pájaros con las alas. Su caso fue conocido cuando
tenía la edad de 7 años y fue trasladado por los servicios sociales a una
institución que se encargó de su rehabilitación.
El año pasado, las autoridades malasias
anunciaron que al fin capturaron al "niño orangután", del cual aún no
se sabe ni la identidad ni el nombre. Sólo se conoce que tiene entre 4 y 7 años
de edad. El caso fue reportado a la policía por los lugareños y el ejército
comenzó una larga búsqueda hasta su captura. Este niño salvaje ha estado
viviendo con orangutanes durante muchos años, viajando y trepando por los
bosques, comunicándose y alimentándose como si fuera un primate más. De hecho
no sabe hablar. Su captura fue especialmente difícil porque los orangutanes, su
verdadera familia, le ayudaron para que no fuera apresado por el ejército,
responsables de la misión. Los soldados tuvieron que sedar a tres de estos
grandes simios con dardos tranquilizantes para poder agarrarle y llevarle a la
localidad más cercana. Cuando ese mismo día fue ingresado en un hospital, tras
unos análisis, los doctores estaban sorprendidos de su buen estado de salud.
Pero no es el primer caso de niños humanos
criados por primates. En el año 1996, en Nigeria, fue encontrado Belo, "el
niño chimpancé", con 10 años de edad aproximadamente, de los cuales año y
medio fue miembro de una comunidad de chimpancés, quienes le cuidaron y
protegieron de los peligros. Otro caso digno de observación fue el de John
Sebunya en Uganda, encontrado en el año 1991 tras ser criado por monos durante
varios años en la selva.
Hay más casos, pero lo que todos tienen en
común es que estos niños, afortunadamente, encontraron en los animales lo que
los miserables humanos no les quisimos dar.
Pablo Herreros – El Mundo
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