Reconstrucción del dinosaurio `Morelladon beltrani´
FÓSILES HALLADOS EN LA ANTÁRTIDA CONFIRMAN QUE LA DESAPARICIÓN DE ESPECIES
FUE REPENTINA, MASIVA Y ALCANZÓ A TODOS LOS RINCONES DEL PLANETA
Hace unos 66 millones de años se produjo
una de las grandes extinciones que ha vivido el planeta, la de los dinosaurios.
Hasta aquí todos de acuerdo. Pero los científicos difieren en la causa de la
gran extinción, su velocidad y su alcance. Ahora, un estudio con miles de
fósiles hallados en la Antártida muestra que la muerte fue repentina, masiva y
generalizada.
Y esa gran extinción repentina, masiva y
generalizada solo podría haber sido causada por un bólido caído del cielo. Esa
es la teoría dominante entre los científicos y que ahora mismo está siendo
comprobada experimentalmente con el estudio del cráter de Chicxulub (México).
Además de los daños inmediatos, el enorme impacto debió cambiar el clima de la
Tierra, alterando radicalmente las condiciones en las que se desarrollaba la
vida.
Muchas especies, como los dinosaurios
terrestres no supieron adaptarse y desaparecieron en unos pocos miles de años.
Fue la gran extinción que cerró el periodo Cretácico y dio paso al Paleógeno,
que inicia la era de los mamíferos. Las pruebas de la gran extinción son
innegables. Por todas partes, desde el golfo de México, hasta la actual
Dinamarca, el registro fósil muestra que hace 66 millones de años algo muy
grande pasó. Los estratos inmediatamente posteriores a esa época aparecen casi
vacíos de fósiles. Unos cientos de miles de años más arriba, la vida fosilizada
vuelve con fuerza, aunque ya no están los dinosaurios.
Pero hay una corriente nada despreciable de
científicos que, coincidiendo en la existencia de la gran extinción, consideran
improbable que un asteroide provocara tal cataclismo. Para ellos, fue un cambio
climático progresivo y gradual el que creó las condiciones para el fin de los
dinosaurios. Aunque no todos señalan qué pudo iniciar este cambio, muchos
apuntan a una sucesión de grandes erupciones volcánicas en la meseta del Decán
(India), sucedida también hace unos 66 millones de años. Tal vulcanismo pudo
oscurecer el cielo e iniciar una era de enfriamiento global.
Ahora, un grupo de investigadores
británicos ha estudiado qué pasó con la vida muy lejos tanto del golfo de
México como de la meseta del Decán. En la British Antarctic Survey (BAS), han
pasado casi una década excavando, recopilando y analizando el registro fósil en
la isla de Seymour, ubicada en el extremo de la península antártica. Lo que han
encontrado, como explican en Nature Communications, apoya la tesis del impacto
y la consecuente extinción repentina, masiva y generalizada.
"Nuestra investigación muestra
básicamente que un día todo iba bien, la Antártida tenía una próspera y diversa
comunidad marina y, al siguiente, ya no. Queda claro que un evento catastrófico
y repentino ocurrió en la Tierra", dice en una nota el investigador de la
Universidad de Leeds (Reino Unido) y principal autor de la investigación, James
Witts.
Su trabajo muestra que hace unos 66
millones de años a unos estratos ricos en vida le sucedieron otros casi yermos.
La investigación se centra en los animales bentónicos, los que viven en el
fondo marino, como los moluscos. Al ser relativamente abundantes, funcionan
como un indicador de la salud del ecosistema. Lo que encontraron los
científicos es que se produjo un marcada reducción, tanto en cantidad como en
diversidad, de ambos grupos. Así, hasta el 67% de las especies de moluscos
desaparecieron del registro fósil a finales del Cretácico.
Parte de los 6.000 fósiles recuperados de
los mares antárticos para este estudio. RICHARD CRUISE
Pero también se extinguieron los amonites
dimonocera, primos lejanos del calamar, o reptiles marinos gigantes como el
Mosasaurus y todos en un relativamente corto espacio de tiempo. Sin embargo,
progresivamente, la vida marina de la Antártida se recuperó. Más, como pasó en
otras latitudes, ya no era la misma vida, apareciendo nuevas especies de
animales. 350.000 años después de lo que provocara la gran extinción, la
densidad y diversidad de vida ya era la misma.
"Se trata de la prueba más consistente
del registro fósil de que el principal causante de la extinción fueron las
consecuencias del impacto de un gran asteroide y no un paulatino declive
provocado por cambios naturales en el clima o por el estrés sufrido por los
ecosistemas por un severo vulcanismo", sostiene Witts.
Este trabajo es uno de los primeros que
muestra el verdadero alcance geográfico de la gran extinción. Hollywood y sus
películas de catástrofes han hecho creer que tras el desastre siempre queda
algún lugar en el planeta, una selva perdida, la montaña más alta o el eterno
sur, donde la muerte no llegó. Pero, como dice la investigadora de la BAS y
coautora de la investigación, Jane Francis, "incluso los animales que
vivían en los confines de la Tierra, cerca del Polo Sur, no estuvieron a salvo
de los efectos devastadores de la extinción masiva del fin del Cretácico".
Fuente: El País
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